Durante un buen rato se hizo un silencio sólo roto por el golpeteo de mi corazón, rítmico como el de un tambor, la cadencia desacompasada de nuestras respiraciones y el susurro de nuestros labios mientras se movían de forma sincronizada...
-Ya te echo de menos.
-No tengo por qué irme. Puedo quedarme...
-Ya te echo de menos.
-No tengo por qué irme. Puedo quedarme...
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